Nota de Clarin.com a Esperanza Spalding

Atiende el teléfono. Su tono tiene algo de aniñado, fresco, alegre incluso. Habla la contrabajista, bajista, cantante y compositora Esperanza Spalding, el nuevo sex symbol del jazz. Esta noche será nuestra oportunidad de volver a escucharla en Buenos Aires, luego de aquel debut en septiembre de 2007, con Niño Josele. Hasta hoy, Esperanza resultó una de las grandes sorpresas de la música internacional: en 2011, ganó el Grammy como Artista Revelación. Sus cuatro trabajos discográficos hablan, precisamente, de un continuo proceso de desarrollo de las formas musicales. Para esta gira, Esperanza alistó una banda importante, compuesta por once músicos entre los que se destaca el pianista argentino Leo Genovese, con Igmar Thomas y Leale Cyr en trompetas, Jeff Galindo y Corey King en trombones, Tia Fuller en saxo alto y Renato Caranto y Aaron Burnett en saxos tenor, Jeff Lee Johnson en guitarra, Lyndon Rochelle en batería y Chris Fuller en coros.
¿Su música parece no atenerse a rótulos?

La definición es bien simple: es música. Melodías con diferentes climas, diferentes arreglos y líricas que encierran historias, pero por sobre todo, es la melodía la que encabeza en importancia mi música.
¿En qué la ayudó el Grammy que ganó como Artista Revelación de 2011?

No lo esperaba. Ya con la mención me sentía reconocida. Ganarlo me abrió no sólo muchas puertas en términos de escenarios y propuestas, sino también poder componer y tocar con mayor libertad interior.
Así como no tiene rótulos, Esperanza es una artista informada sobre la música argentina. “Leo (por el pianista Leo Genovese, músico argentino con el que toca desde hace varios años) me ha hecho escuchar mucha música, en especial, folclore y encuentro tanta espiritualidad en la música argentina… Tanta intensidad”, asegura.
De todos los que le hicieron escuchar, ¿recuerda algún artista que le haya impresionado?

(Piensa) Liliana Herrero es muy buena. Ya que estoy hablando con un argentino -usted es argentino, ¿verdad?-, quisiera decirle que me gustaría grabar algo con Liliana.
¿Y a alguien más recuerda?

Bueno, no recuerdo bien los nombres pero, por ejemplo, adoro la música del Cuchi Leguizamón. Me gusta también un tipo de música, muy sencilla, que hacen artistas de su país y que la historia se crea a medida que se la va cantando (y se queda en silencio como pensando). ¿Le dicen “payadas”?
(Risas). Sí eso, las payadas me gustan mucho. También escuché tango, pero no sólo ahora sino desde siempre. Me gusta mucho Astor Piazzolla.
Esperanza, con 28 años y nacida en Portland, es hija de una trabajadora de la sanidad cuya mejor amiga se llama Esperanza, de ahí su nombre. En muchas de las respuestas introduce palabras en español, como por ejemplo cuando recuerda su actuación con Niño Josele, en Buenos Aires, en donde además de sentirse fascinada con el público, el concierto fue una hermosa carta de presentación para luego regresar con su banda. “Fue una gran experiencia aquella: hacer ese material y conocer Buenos Aires. Recuerdo esa calidez que venía desde el público y que me hizo sentir muy cómoda, tanto que volví al año siguiente en trío, y sentí que había conquistado el corazón de su gente”, dijo Esperanza con una sinceridad sin premeditación.
Alumna del septuagenario contrabajista Ron Carter (una figura central para la historia del jazz, que tocó con Miles Davis, nada menos), Esperanza recuerda ese tiempo como intensamente formativo. “Estuve tocando con él (por Ron Carter) hace un año creo. Quiero ser honesta, tal vez fue hace un año o menos, no me acuerdo exactamente. Pero fue grandioso ser su alumna, sí una gran experiencia. El tenía un enfoque muy específico y una filosofía sobre la introducción al instrumento. Para mí era todo muy diferente a lo que había estudiado e interpretado antes, y fue muy interesante, muy estimulante y muy necesario para mí lo que pude incorporar a partir de su conocimiento y su técnica”, contó la artista quien debió poner en esos tiempos de estudio concentración y mucha voluntad para poder estar a la altura de su profesor.
La música de Esperanza podría definirse como una fusión de composiciones, una música de corazón, maleable, con arcos de intensidad y relajación, de sonido moderno y con una exquisita mixtura de ritmos. Quizás una de sus mejores decisiones fue salir de la trinchera del jazz hacia un universo musical amplio en el que su talento como contrabajista y cantante llegaran a más y más gente. Eso sucede hoy, con la música de Esperanza.
En este sentido, su criterio de sociedad, presentes en sus dos últimos trabajos Chamber Music Society (2010) y el que vendrá a tocar a Buenos Aires, Radio Music Society(2012), es una buena forma de expresar ese mundo musical.
En primer lugar, hay una clara sociedad entre su voz y su contrabajo a través de permanentes figuras de pregunta-respuesta; en segundo lugar, su sociedad con el pianista Genovese provoca en Esperanza una emocionante interpretación.
De sus tres aspectos, contrabajista, cantante y compositora, quizás en la actualidad su lucimiento es más vocal que instrumental. Su forma de canto tiene algo como salido de la iglesia, pero de camino al club.
Pulsante y naturalmente melódico no deja por ello de tener ese aire de conservatorio, cuidado, aunque sin perder el corazón. En su último trabajo discográfico su voz por momentos adquiere cierta textura humeante y sus composiciones adquieren caminos polifórmicos.
¿En qué lugar pondría su último trabajo discográfico?

Bueno, el concierto está basado en Radio Music Society. Eso voy a tocar; es el material que vengo haciendo en esta gira, aunque en la Argentina haremos también algo de Chamber Music Society, porque nunca fuimos a presentar ese disco. La música del show no será exactamente lo que la gente escucha en el disco. Podría decir algo así: el disco ya está en el negocio, pero en la cocina, vos cocinás (lo dice en español).
La gente reconoce el disco y las canciones en general, pero se percibe algo más de fuerza en el vivo, algo diferente en la manera en que hacemos las canciones, cómo improvisamos y se produce algo también en la relación interpersonal, algo que está pasando sólo ahí en ese momento.